miércoles, 15 de febrero de 2012

Crítica periodística sobre el libro: Historia de una maestra, Josefina R. Aldecoa

El cultivo del criterio propio

"Yo me decía: no puede existir dedicación más hermosa que ésta. Compartir con los niños lo que yo sabía, despertar en ellos el deseo de averiguar por su cuenta las causas de los fenómenos, las razones de los hechos históricos”.(Historia de una maestra de Josefina R. Aldecoa)
La reflexión de Gabriela, protagonista de la novela Historia de una maestra de Josefina R. Aldecoa deja bien a las claras -pese al contexto histórico en el que se desarrolla, la España agónica resultante de la Restauración y de la profunda convulsión social que sacudió la Segunda República- el carácter altruista y librepensador de una profesión libre de atavismos, prejuicios y doctrinas. Y sobre todo, el interés que todo orden establecido, y todo orden por establecer despliega por el control de un instrumento-la enseñanza y los enseñantes- bien en el mantenimiento del status quo -la tradición, la moral imperante, las costumbres- o bien, como vivero doctrinario de un futuro nuevo, cosecha de la predicación ideológica. Es cierto que aludiendo al contexto histórico por el que deambulan las peripecias profesionales de Gabriela, ésta como maestra en una España decadente, en el universo rural, en el colonial, de una España abocada a profundas transformaciones sociales, la novela es un canto a la idealización de una profesión que suspira ante los cambios de los nuevos albores pero que claudica ante la deriva de los acontecimientos. La labor de maestra, la tarea ímproba de llevar la cultura y el conocimiento a la profundidad de la España rural o a la clasista y xenófoba España colonial, y por encima de todo, al albur de las nuevas esperanzas que brinda la España republicana, es en sí misma una labor de ruptura y trasgresión, porque trasgredir es llevar el conocimiento sin prejuicios a los niños, y trasgresor es esa invitación “a descubrir por su cuenta”, los fenómenos de la Naturaleza pero también las claves sobre las que pivotan los grandes capítulos de la Historia. Pero igualmente, ése “por su cuenta” es un inadvertido aviso a navegantes de los peligros de una enseñanza manipulada: si el status quo se muestra vigilante ante la conducta de los enseñantes en la defensa de los valores tradicionales, el nuevo orden republicano-socialista y revolucionario verá en la enseñanza un instrumento de valor incalculable. Entre pasado y futuro, a caballo entre lo viejo y la modernidad, alimentada por los grandes ideales de justicia y equidad que todo maestro lleva consigo. Evoluciona la protagonista, un proceso que desde la aldea rural, la colonia guineana  y la cuenca minera la lleva hasta el matrimonio y a dos nuevos retos: la discrepancia ideológica en la radicalidad con su marido Ezequiel, y el dilema que le plantea el doble rol de maestra y madre. Gabriela lo afronta de algún modo adelantándose a su tiempo. Pero si los ideales van poco a poco cayendo en el pozo de la decepción, no así su indómita vocación y su nueva responsabilidad ante su hija Juana.

Historia de una maestra es una novela testimonial pero también social, que aguarda el advenimiento de la Segunda República como una ocasión de oro para la modernización de España. Y toda  modernización descansa sobre el pilar estratégico de la Enseñanza. No en vano  el sector sigue en primera línea de la actualidad política, enfrentando a partidos de ideología diferente que dificultan un gran pacto por el que la Enseñanza no sea una fábrica de doctrina sino que, como dice la autora de Historia de una maestra, una compartición de conocimiento y sobre todo, el cultivo del criterio propio de los alumnos para que alcancen el discernimiento “por su cuenta” de los hechos históricos.

La novela más famosa de Josefina R. Aldecoa, esposa del escritor Ignacio Aldecoa, la primera de su trilogía Mujeres de negro y La fuerza del destino, enriquece también por sus tenso fresco social y costumbrista de la España de la época, por el adelantado modernismo de su protagonista -una mujer dueña de sí misma- y por la defensa de los valores a los que nunca debe renunciar una buena Educación, la tolerancia y la libertad, muy al hilo de la Institución Libre de Enseñanza.

Obviamente las tesis de las que parte Historia de una maestra cuya narración en primera persona contribuye a darle más verosimilitud a la historia, son de ruptura contra la moral imperante y el catolicismo recalcitrante-aunque Gabriela admita que sus niños tomen la comunión- son revolucionarias frente a la reacción secular. Se puede decir que su perspectiva de modelo de enseñanza se alinea con los principios republicanos y socialistas, aunque Gabriela eluda el radicalismo que, sin embargo, abraza su marido, por encima de ella misma y de su hija en común.

A los ojos de 2011, la novela de Josefina R. Aldecoa, cuyo apellido adoptado de su marido no deja de ser una paradoja en una mujer liberada, lleva también implícita quizá involuntariamente, la advertencia de la tentación manipuladora. Si en la España de la Revolución de Asturias, el método de Gabriela rompía los esquemas de la moral establecida, en la España de hoy ese “compartir con los niños lo que yo sabía, despertar en ellos el deseo de averiguar por su cuenta las causas de los fenómenos, las razones de los hechos históricos”, es también una defensa de una educación librepensadora, sí, pero no doctrinaria, como aún se empecinan los adalides políticos. Quizá sobre politización en la enseñanza y falten valores atemporales – el esfuerzo, el criterio, la libertad-. De haberla escrito hoy, Josefina R. Aldecoa, hubiera concebido una Gabriela ni mejor ni peor, diferente, porque España lo es.

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